Las muchas y preciosas caras del Berilo
Las muchas y preciosas caras del Berilo
Geológicamente el mineral berilo es un ciclosilicato de berilio y aluminio con fórmula química Be3Al2(SiO3)6, que forma cristales hexagonales cuyo tamaño puede oscilar entre las fracciones de centímetros hasta varios metros. Una descripción tan correcta como estéril, que cambia bastante si a ella agregamos dos nombres: esmeralda y aguamarina, un dúo que evoca imágenes de brillos, colores profundos, y belleza atemporal, y que está formado por los dos miembros más destacados y conocidos de la familia del berilo.
La belleza de este mineral es producto de ese tipo de casualidades que convierten la asepsia de la ciencia en una filigrana poética, y surge de un concepto en principio tan peyorativo como la contaminación; es gracias a ésta que la base común del berilo adopta formas tan deslumbrantes como la esmeralda, el aguamarina, la morganita, el heliodoro o la bixbita.
Esta bendita corrupción del lienzo incoloro que presenta el berilo “puro” (llamado Goshenita, y que a pesar de ser transparente no siempre está libre de impurezas, ya que muchas de estas actúan como inhibidores del color), es fruto de las maravillosas coincidencias con que nos obsequia la naturaleza.
Si en su génesis al berilo se le une cromo y vanadio, el resultado será el esplendoroso verdor de la esmeralda; si son trazas de hierro (Fe2+, que da tono azulado, y Fe3+ que da tono verdoso) obtendremos la serena hermosura acuática de la aguamarina; si en el nacimiento se contamina con manganeso, tendremos los delicados tonos rosa de la morganita (que obtiene su nombre del famoso financiero J.P. Morgan, quién era el principal comprador de esta gema en Tiffany’s, por lo cual el director de la famosa joyería neoyorkina decidió nombrarla en su honor en 1911); si contiene hierro tendrá el amarillo de la Morganita, la forma más común del berilo; y por el contrario, si al emerger se mezclan en su estructura varios elementos como el manganeso, cromo y calcio, tendremos un hermoso rojo intenso, característica de la bixbita o “esmeralda roja”, la forma más rara del berilo.
Para hacernos una idea: por cada bixbita que se arranca de la tierra, se extraen 150.000 diamantes. Además de estas variedades, existen otras tonalidades menos frecuentes, como el verde pálido, o el dorado, distinta del Heliodoro ya que en éste predominan los tonos amarillos y amarillo verdoso.
A pesar de esta variedad cromática, las estrellas innegables de la familia son la esmeralda y el aguamarina, y en ese orden. Luego le siguen la morganita, y el Heliodoro, y finalmente los berilos verdes y la bixbita, una piedra reservada para entendidos y amantes de los objetos preciosos con bolsillos profundos.
Las mejores reservas de esmeraldas en la actualidad se encuentran en Colombia, de donde se extraen las piedras con más intensidad y nitidez de color. Para valorarlas se siguen dos criterios: tono, e intensidad o saturación del mismo. El tono variará según la mina de procedencia; las provenientes de Muzo muestran un verde intenso y muy definido, las de Chivor ofrecen un verde azulado que se explica por su alto contenido en vanadio, y las de Coscuez se distinguen por un tono verde amarillento gracias a su bajo contenido de cromo.
La pureza y la transparencia es otro de los factores muy a tener en cuenta a la hora de evaluar la esmeralda. Debido a que gran parte de la extracción se hace mediante el uso de explosivos, resulta complicado encontrar piedras de tamaño considerable (sobre un quilate) que no presenten grietas o fisuras, defectos que reciben la poética designación de “jardines”. Otra razón que contribuye a la aparición de estas imperfecciones es un rasgo común a todos los berilos: su relativa fragilidad y sensibilidad a la presión, algo muy a tener en cuenta a la hora de cuidar las joyas que los lleven montados.
De hecho la famosa talla esmeralda, que se caracteriza por sus bordes cortados, se desarrolló para minimizar el efecto de posibles impactos sobre la piedra. Y es que todas las precauciones son pocas para preservar la belleza caprichosa de la reina de esta familia real de las piedras preciosas. Muestra patente que la casualidad, el azar, y la contaminación pueden generar igual hermosura-o más- que la causalidad, el orden, y la pureza.