Kate MacDowell, la belleza bajo la piel
Kate MacDowell, la belleza bajo la piel
El medio elegido por Kate MacDowell (1972, Santa Barbara, California) para su obra, es la porcelana blanca sin esmaltar, un material que eligió por sus propiedades luminosas y traslúcidas, además de por su dureza y habilidad de representar texturas finas y formas delicadas. “Destaca tanto la transitoriedad como la fragilidad de las formas naturales en un ecosistema moribundo, a la vez que, paradójicamente, es un material que puede durar por miles de años y que históricamente es asociado con estatus elevado y valor” ha comentado sobre el porqué de la elección de este material.
En cuanto al discurso que desarrolla con sus perturbardoramente hermosos animales, este tiene un claro tema ecologista, y se estructura principalmente en torno a la belleza inherente del mundo natural, y la relación ambivalente del ser humano con ésta, al buscar por una parte, admirar esa belleza, y en última instancia pasar a formar parte de ella; mientras que por otra, a través de sus acciones pone en peligro su existencia.
“En mi trabajo este ideal romántico de unión con el mundo natural entra en conflicto con nuestro impacto contemporáneo en el medio ambiente. Estas piezas son en parte respuestas a los estresores medioambientales incluyendo el cambio climático, polución tóxica, y cultivos transgénicos… …En cada caso la unión entre hombre y naturaleza es mostrada como una relación de fricción e incomodidad, con la perturbadora implicación que nosotros también somos vulnerables a ser victimizados por nuestras prácticas destructivas” afirma.
Su obra constituye pues, una reflexión y una exposición sobre la relación del ser humano con la naturaleza, y el impacto que tiene sobre ella y en consecuencia sobre si mismo; es una exploración realizada desde la belleza, entendida en el sentido más amplio del término, pues MacDowell encuentra belleza en la complejidad de las formas naturales, tanto en su exterior como en su interior, creando composiciones que para muchos observadores pueden resultar macabras, a pesar de su innegable valor formal y técnico.
Un concepto central que recorre la obra de la artista, y que de alguna manera engloba muchas de estas preocupaciones, es el de la Solastalgia, un neologismo acuñado por el filósofo australiano Glenn Albrecht en 2003, y que a grandes rasgos describe la angustia y dislocación que la gente experimenta al notar cambios ambientales negativos sobre su entorno local.
El resultado final de este discurso aplicado sobre la porcelana, a través del talento de MacDowell, es una obra exquisitamente realista, rica en detalles, y con una magnífica dimensión surrealista que amplía su campo significativo de lo meramente descriptivo a lo simbólico.
El trabajo de MacDowell opera, pues, de manera similar a la labor taxonómica que realiza un naturalista, documentando sus miedos y observaciones sobre la vida natural mediante un bestiario fantástico que aúna una mirada casi científica en la veracidad de la reproducción anatómica de sus animales, con un discurso surrealista logrado mediante la hibridación de elementos animales y humanos en seres que no terminan de pertenecer definitivamente a ninguno de los dos campos. Una indefinición que refuerza la idea de que ‘la naturaleza’ no es algo ajeno a nuestro esencia, sino que más bien todo lo contrario: somos parte indisoluble de ella.