Los Blaschka: la frágil belleza de un momento eterno
Los Blaschka: la frágil belleza de un momento eterno
Leopold Blaschka (27 Mayo 1822– 3 Julio 1895) y su hijo Rudolf Blaschka (17 Junio 1857–1 Mayo 1939) consiguieron un dominio del vidrio que les permitió crear objetos de una belleza sorprendente, objetos que fueron creados para educar pero que se volvieron célebres por su capacidad para sorprender.
Leopold nació en la región norte de Bohemia en una familia de larga tradición cristalera. No tardó en unirse al negocio familiar, especializándose en la fabricación de ojos de cristal para taxidermistas. En 1853 por consejo médico emprende un largo viaje a Estados Unidos, y durante éste distrae su mente con la observación de los numerosos invertebrados que encuentra durante su tiempo en mar, la mayor parte de los cuales le resultaban completamente desconocidos. Una vez de vuelta en su hogar, comenzó a intentar reproducir esos extraños seres mediante el medio que mejor dominaba: el cristal.
Durante los años siguientes Leopold siguió perfeccionando su técnica ampliando su catálogo para incluir medusas, caracoles marinos, anémonas, y flores exóticas. Estas últimas llamaron la atención del príncipe Camille de Rohan quien le encargó la creación de 100 orquídeas para su colección privada. A raíz de esta comisión el trabajo de Leopold ganó más fama, y las comisiones se volvieron cada vez más frecuentes: El Museo de Historia Natural de Dresden decidió encargarle numerosos modelos de pulpos, medusas y otros invertebrados marinos; y el londinense South Kensigton Museum (actual Museo de Historia Natural) compró 185 modelos durante 1866 y 1889. En 1880 el actual Museo de Ciencia de Boston también adquirió 131 modelos. A estas alturas Rudolph ya se había unido a su padre, demostrando un talento innato y una disciplina de trabajo que pronto le llevó a ser el encargado de todas las terminaciones y detalles finos de los modelos.
El trabajo más importante de los Blaschka comenzaría a gestarse en 1886 cuando el naturalista George Lincoln Goodale, motivado por los modelos que había observado en Boston, viajó al estudio de los Leopold y Rudolph para intentar convencerlos de trabajar en exclusiva para el Museo Botánico de Harvard, cuya creación era su responsabilidad. Del encuentro nació una relación que duraría 47 años (1887-1934) y que daría como fruto una de las colecciones de objetos de vidrio más impresionantes y únicas de la historia: La colección Ware de modelos de cristal de plantas Blaschka.
La precisión y fidelidad a la vida real que tienen los modelos de la colección han generado una serie de mitos alrededor de las técnicas utilizadas por los Blaschka, y éstas sólo se han visto aumentadas por el hecho de que ni padre ni hijo tuvieron aprendices ni nadie que continuara su legado, y por lo tanto su trabajo nunca ha podido ser reproducido ni recreado. Sin embargo tanto las observaciones de Lincoln Goodale, como las propias palabras de Leopold desmienten que hayan inventado ningún método secreto; utilizaban la técnica del cristal de Murano y el vidrio soplado como la mayor parte de los artesanos de la época; pero lo que los diferenciaba realmente era el enorme talento que sus manos atesoraban.
Leopold lo explicaba a través de la genealogía familiar “Mucha gente piensa que tenemos algún tipo de artilugio secreto mediante el cual podemos moldear cristal en estas formas de manera repentina, pero esto no es así. Tenemos tacto. Mi hijo Rudolph tiene más tacto que yo, porque es mi hijo, y el tacto se incrementa en cada generación” Una idea reforzada por Lincoln, cuando afirmaba: “Pero aunque lo puedas ver tocando un trozo de cristal plano con sus pequeñas herramientas metálicas, sabes que no es un toque ordinario el que repentinamente lo convierte en una forma viva” Y ese era el secreto de los Blaschka, ese huidizo y escaso toque llamado talento.
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